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lunes, febrero 27

Iluminacion Espiritual, ¿Que Es? TEMA

Libro :: La Iluminación: el ideal del desarrollo humano

 Autor: Sangharákshita



Introducción


El ideal mas sublime que puede concebir el ser humano es el de la Iluminación. El medio, por excelencia, para la realización de este ideal es la meditación; entendida esta como todos los métodos que, actuando directamente sobre la mente, desarrollan la conciencia y transforman la vida humana. La meditación, como todos los métodos para el desarrollo espiritual, se practica mas satisfactoriamente dentro del ámbito de la comunidad espiritual; es decir, dentro de una asociación de individuos unidos por el compromiso común a un ideal, y relacionándose unos con otros sobre la base de este compromiso.

El Ideal de la Iluminación, la Meditación y la Comunidad Espiritual son, entonces, tres temas interrelacionados, que se trataran en este libro

En todas las tradiciones budistas se afirma que la Iluminación comprende esencialmente tres cosas. En primer lugar se habla de la Iluminación como un estado de conciencia clara, pura y radiante. Algunas escuelas afirman que en el estado de conciencia Iluminada no existe separación entre sujeto y objeto, que no hay "mundo interior" ni "mundo exterior". Al trascender totalmente "la dualidad sujeto-objeto", como suele llamarse, la experiencia es un continuo de conciencia clara, pura y homogénea, que se extiende en todas direcciones. Además, en este estado de conciencia, se aprehende la Realidad de las cosas tal y como son, no como objetos percibidos a través de los sentidos sino penetrando su esencia Trascendental. Por esta razón, se dice que la Iluminación es la "Conciencia de la Realidad", un estado de Conocimiento Superior. Pero ese "Conocimiento" no debe confundirse con el saber ordinario que está dentro del marco dualístico sujeto-objeto, derivado de la percepción a través de los sentidos y de la razón. La Iluminación es un estado de visión espiritual directa, intuitiva, sin intermediarios, sin intelectualización; en el cual todo se concibe clara, directa e intensamente. Es un estado de visión Trascendental, libre de toda ignorancia y puntos de vista erróneos; libre de todas esas formas habituales de pensamientos parcializados, negativos, distorsionados y oscuros, libre de todo prejuicio y de todo tipo de condicionamiento mental. Así, podemos decir, a manera de resumen, que en primer lugar la Iluminación es un estado de conciencia clara y pura, un estado de Visión Espiritual directa, un estado de Conocimiento Superior. En segundo lugar, pero no menos importante, se encuentra el hecho de que se dice que la Iluminación es un estado de "Amor-Compasión" intenso profundo y desbordado, a veces comparado con el amor de una madre por su único hijo. Por ejemplo, en el Mettasutta (Sutta sobre el Amor Universal), un texto muy conocido y apreciado, el Buda nos dice: "Así como una madre protege a su único hijo, aún a costa de su propia vida, así, debemos desarrollar en nuestro corazón un amor que incluya a todo ser viviente". Este es el sentimiento, esta es la actitud que debemos cultivar. Cabe notar que el Buda no habla solo de seres humanos, sino de todo ser viviente, de todo ser sensitivo, todo ser que se mueve. El corazón de la persona Iluminada está lleno de ese tipo de "Compasión" infinita. Además, las tradiciones budistas nos dicen que esta compasión consiste en un deseo urgente y muy profundo por el bienestar, la felicidad y el desarrollo de todos los seres; un deseo de que todo crezca y se desarrolle, y que finalmente logre alcanzar la Iluminación. Es, pues, esta Compasión infinita, desbordada y que se extiende a todos los seres, el segundo aspecto del estado de Iluminación. En tercer lugar, se dice que la Iluminación es un estado de energía mental y espiritual inagotable e inconmensurable. Una ilustración muy concreta de esto podemos encontrarla en la vida de Sidarta Gautama, el Buda. Como se sabe, Sidarta Gautama alcanzó la Iluminación a los 35 años, dedicándose luego a enseñar y comunicar su sabiduría hasta los 80 años, a pesar de que su cuerpo físico se debilitó mucho con la vejez. En una ocasión oímos al Buda decir: "mi cuerpo es como una carreta vieja, toda rota y que ha sido remendada muchas veces; que a duras penas se mantiene andando, sujetada con pedazos de alambre. Pero a pesar de todo, mi mente es tan vigorosa como siempre. Aunque mi cuerpo esté decrépito y tengan que llevarme en hombros de un lugar a otro, todavía puedo enseñar a todo aquel que acuda a mí, todavía puedo responder vuestras preguntas. Mi vigor intelectual y espiritual no ha disminuido a pesar del estado tan débil de mi cuerpo". Aquí podemos ver que el estado de Iluminación se caracteriza, además, por un dinamismo inagotable. Se dice entonces, que la Iluminación es un estado de energía inagotable y de espontaneidad absoluta, que se vuelcan continuamente en una acción creativa ininterrumpida. La Iluminación es, pues, un estado de perfecta libertad, ausente de toda clase de limitación subjetiva.
Esto es lo que se entiende por Iluminación en las tradiciones budistas. Ahora bien, cabe preguntar ¿hasta qué punto puede describirse de esta manera el estado de la Iluminación? ¿Hasta que punto pueden enumerarse sus diferentes aspectos? El estado de Iluminación en realidad puede describirse con mayor exactitud de una manera dinámica; así podemos decir que su aspecto de conocimiento superior pasa a ser Amor y Compasión que se transforman en Energía espontánea y creativa; esta a su vez se transforma en conocimiento superior, y así sucesivamente. En realidad no podemos aislar un aspecto del otro. Sin embargo en las tradiciones budistas encontramos estas descripciones ordenadas debido a que resultan muy útiles para enseñar; y aunque aparezcan bajo conceptos, nos ayudan a apreciar, por lo menos un poco, lo que es la Iluminación. Si después de este contacto inicial queremos profundizar nuestro conocimiento acerca de la Iluminación, tendremos que leer las descripciones más poéticas y extensas, que provienen preferentemente de las escrituras budistas, y tendremos, además, que comenzar a practicar la meditación, para así tratar de vislumbrar ese estado sublime en nuestra propia experiencia meditativa. Así, cuando en el budismo hablamos de la Iluminación, nos referimos a este estado de Conocimiento Superior, Amor, Compasión y Energía.


¿Cómo sabemos que la iluminación es el ideal para el ser humano?

Antes de intentar responder a esta pregunta debemos distinguir dos tipos de "ideal". Puesto que no hay términos precisos que les correspondan, nosotros les llamaremos "Ideales naturales" e "Ideales artificiales". Un ideal natural es aquel que corresponde a la naturaleza del ser, mientras que el ideal artificial se impone desde fuera, de una manera artificial. Así, volviendo a lo dicho sobre "el hogar ideal" notamos que por más lujoso, conveniente y hermoso que éste sea, no resultaría ideal para un inválido en silla de ruedas si tuviera escaleras en su interior. Tanto como la vida de Henry Ford no sería ideal para alguien con temperamento de artista. Estos dos son ejemplos de ideales artificiales.
De acuerdo con esta distinción podemos decir que el Ideal de la Iluminación no es un ideal artificial, porque para el humano éste no es una imposición arbitraria externa, sino que corresponde con su propia naturaleza. Aún más, podemos afirmar que el ideal de la Iluminación es "El Ideal" natural para el ser humano, porque éste corresponde tanto a su naturaleza intrínseca como a sus necesidades más profundas. Esto lo podemos explicar de dos maneras; hemos hablado de la Iluminación, la que aún al ser entendida de un modo intelectual, puede parecernos un estado bastante remoto y algo muy lejano a nuestra experiencia. Sin embargo, al fijarnos un poco podemos encontrar esas cualidades que constituyen el estado de la Iluminación en el ser humano. Así que estas cualidades no son completamente ajenas al hombre, sino más bien naturales, es decir, intrínsecas a su naturaleza humana. En cada hombre, mujer y aún en cada niño hay elementos del conocimiento de la Realidad por muy remoto y lejano que éste sea; experimentamos esos sentimientos de Amor y Compasión, por limitados y exclusivos que sean, así como cierta energía por poca y vulgar que sea. Todas estas cualidades se encuentran en el ser humano en cierto grado; y de hecho, son las cualidades que lo distinguen de los animales. En el estado de Iluminación estas cualidades humanas están desarrolladas completa y perfectamente, en un grado que es difícil de imaginar. Entonces, el que el ser humano posea las semillas de las cualidades que constituyen la Iluminación crea una afinidad natural con el Ideal por alcanzar este estado, y que al encontrarlo pueda responder positivamente. Por esta razón, aunque se nos hable de la Iluminación en términos muy elevados y sublimes, tales como Conocimiento Absoluto, Visión de la Realidad, Amor y Compasión Infinitos hacia todos los seres, estos términos no nos resultan totalmente ajenos y sin sentido. Experimentamos cierta emoción hacia el Ideal de la Iluminación porque las semillas se encuentran en nosotros, en nuestra propia experiencia; así podemos responder positivamente al encontrarlo, en cualquier momento aún bajo formas distorsionadas.



También podemos ver que la Iluminación es el Ideal natural para el hombre porque, al fin y al cabo, esto es lo único que puede darle plena satisfacción, lo único que puede hacerlo completamente feliz. Aunque disfrutemos todos los placeres del mundo y poseamos todas las riquezas materiales, siempre habrá un vacío en nuestros corazones. En las tradiciones budistas esto se conoce como dukkha o sufrimiento. Hay tres tipos de dukkha: el primero es simplemente el sufrimiento que es sufrimiento, es decir el que experimentamos por medio de una herida física o mental; el segundo tipo de dukkha es el sufrimiento que resulta del cambio y la transformación de las cosas, debido a nuestro apego a los objetos que nos proporcionan placer; el tercer tipo de dukkha es el sufrimiento de todo lo que es la existencia condicionada, es decir el sufrimiento que experimentamos porque no hemos alcanzado la Iluminación. Aunque hayamos logrado obtener y conservar el éxito y las riquezas, que nos proporcionan placer, todavía nos quedará un rincón vacío en nuestros corazones, que sólo se llenará cuando logremos alcanzar el estado de Iluminación. De igual forma, podemos ver que el ideal natural para el ser humano es la Iluminación, porque el ser humano verdadero, el individuo genuino, en el fondo, nunca se sentirá satisfecho con nada que no sea el estado de la Iluminación. Si adoptamos el lenguaje teísta de San Agustín podemos decir: "Tú nos has hecho para ti y nuestros corazones estarán ansiosos hasta encontrar descanso en ti".



¿De dónde proviene el Ideal de la Iluminación?


El ideal de iluminación tiene sus orígenes en la vida misma, en la historia humana; y de hecho no podría venir de ninguna otra fuente. Evidentemente, el ideal del ser humano debe nacer de sí mismo. Si miramos el pasado y examinamos nuestra historia podremos distinguir varios personajes que alcanzaron el estado de Iluminación, que cruzaron el abismo entre lo real y lo ideal. Personajes que lograron desarrollar completamente esas facultades espirituales, que en la mayoría de las personas se encuentran en "forma germinal". En nuestra historia podemos encontrar ejemplos de individuos, que han sido en vida la perfecta personificación del ideal de la Iluminación. En particular, al examinar la historia oriental -la historia de la India- notamos la figura del Buda. Vemos la figura de un joven hindú, quien, hace unos 2,500 años, alcanzó el estado de Iluminación o Bodhi, como se le conoce en las escrituras budistas, y que significa "Conocimiento" o "Despertar". El fue quien, después de alcanzar la Iluminación, inició la gran revolución, la gran tradición espiritual que ahora conocemos como budismo.
A estas alturas me gustaría aclarar ciertos malentendidos que existen con relación al Buda y al budismo. Al comienzo he dicho que aún muchas personas que no son budistas conocen, por lo menos, la imagen del Buda, y que tal vez ésta ya les resulte bastante familiar. Sin embargo, el que se haya visto la figura muchas veces no implica que se sepa claramente lo que ella representa. Hay muchos que conocen la figura del Buda sin saber quien o que fue; de hecho, ha habido mucha confusión y graves malentendidos con respecto al Buda. Existen dos tipos de opinión errónea, que merecen nuestra atención: la primera nos dice que el Buda fue un hombre común y la segunda que el Buda fue un Dios. Ambos malentendidos provienen de un tipo de enfoque cristiano o al menos teísta; es decir, en donde se concibe la existencia de un Dios personal, un ser Supremo Creador del Universo, que gobierna todo con su providencia.
En todo el cristianismo ortodoxo, como sabemos, Dios y el hombre son dos seres totalmente diferentes; Dios se encuentra allá arriba, en tanto que el hombre está aquí abajo, y entre ellos existe un abismo insuperable. Dios es el creador, ha creado al hombre del polvo para llevarlo a la existencia. Según ciertas versiones, el hombre ha sido creado de una manera muy similar a la forma que crea una vasija el alfarero. Además, Dios es puro, Dios es sagrado, sin pecado; por el contrario el hombre es pecador y nunca podrá llegar a ser como Dios; esto sería absurdo para el cristiano ortodoxo. Incluso Dios no puede llegar a ser hombre, con la única excepción de Jesucristo, que en el cristianismo, es la encarnación misma de Dios. Entonces, desde el punto de vista cristiano, solo existen tres categorías para distinguir a los seres: Dios, el hombre -es decir el hombre pecador- y Jesucristo -la encarnación de Dios-. Ahora bien, ¿en qué categoría está el Buda? ¿Cómo aplica su criterio el cristiano ortodoxo al encontrarse con el Buda? Evidentemente para el cristiano ortodoxo el Buda no puede ser Dios, ya que para él, Dios hay solo uno; tampoco puede ser una encarnación de Dios, porque Dios se encarnó sólo una vez para que naciera Jesucristo. Así que solamente queda una alternativa: la del hombre. Por lo tanto el cristiano ortodoxo al enfrentarse con el Buda, lo considera como un hombre normal, esencialmente igual que todos; tal vez, mejor que la mayoría. Pero por más bueno que haya sido se le sigue considerando inferior a Dios y a Jesucristo. Entonces este es el primer malentendido con el Buda.



Pasemos ahora a examinar el segundo, que se deriva del primero. Los eruditos cristianos sostienen que aunque el Buda haya sido tan solo un hombre ordinario, sus seguidores lo convirtieron en un Dios. A veces pueden hasta encontrarse libros en la época moderna, donde se afirma que el Buda fue deificado por sus seguidores después de su muerte. Nos dicen que esto lo indica el hecho de que los budistas veneran al Buda, y evidentemente, sólo puede venerarse a un Dios. Para el cristiano venerar a alguien o a algo implica convertirlo en un Dios.
Ahora bien, ambos malentendidos se resuelven muy fácilmente. Lo único que tenemos que hacer es librarnos de nuestro condicionamiento cristiano que afecta, al menos inconscientemente, hasta a aquellos que ya no se consideran cristianos. Tenemos que abandonar esa tendencia de ver al Buda desde puntos de vista que no son budistas. Debemos recordar que el budismo es una tradición atea, es decir, que no concibe la existencia de un supremo ser creador del universo; de hecho, la tradición budista desmiente abiertamente la existencia de tal ser. De hecho el Buda consideró que la creencia de un Dios personal era un obstáculo para la vida espiritual.
Veamos ahora las siguientes cuestiones: ¿quién o qué fue el Buda? ¿Cuál es la actitud de los budistas hacia él? ¿Cómo se vio el Buda a sí mismo? En primer lugar, el Buda fue un hombre, un ser humano, pero no un ser humano ordinario sino un hombre Iluminado. Un hombre que llego a ser en vida la personificación del Conocimiento perfecto, el Amor y Compasión infinitos y la Energía inagotable. Pero él no nació siendo un hombre extraordinario, alcanzó la Iluminación como resultado de su propio esfuerzo, desarrollando al máximo su potencial, que tan solo era una semilla. De modo que el budismo reconoce dos categorías de seres humanos: un ser humano ordinario y un ser humano Iluminado. Ahora bien, aunque la distancia entre ellos no sea insuperable como lo es entre Dios y la persona, para el cristiano, es una distancia enorme y para atravesarla se requiere de un esfuerzo tremendo. De hecho hay budistas que creen que para alcanzar la Iluminación es necesario mantener un esfuerzo constante a través de toda una sucesión de vidas, ya sea en la tierra o en otros planos superiores de la existencia. Por esta razón se considera que el hombre Iluminado pertenece a una categoría de ser independiente. Desde el punto de vista budista, el ser Iluminado es el ser más sublime de todo el universo, más aún que los dioses, y por esta razón se le venera. Se le venera en agradecimiento por habernos indicado el camino, por habernos dado el ejemplo, por habernos demostrado lo que es posible, lo que nosotros también podemos llegar a ser. En otras palabras, el Buda es venerado no como Dios, sino como maestro, como Ser Ejemplar, y como Guía.
Cabe notar que Gautama Buda es muchas veces llamado Lokajyestha. En Occidente Gautama Buda se conoce simplemente como Buda, no obstante en Oriente hay una serie de títulos con que puede aludírsele. Entonces al Buda se le conoce también comoTathagata, Bhagavan, Arahant, Lokajyestha, etcétera. El término Lokajyestha quiere decir hermano mayor del mundo o hermano mayor de la humanidad. El Buda es llamado Lokajyestha porque, espiritualmente, fue el primero en nacer. En las escrituras budistas a veces se presenta al Buda diciéndole a sus discípulos: "vosotros sois mis verdaderos hijos, nacidos de mi boca, nacidos de las Enseñanzas; herederos de riquezas espirituales, no herederos de cosas mundanas". En otras ocasiones en laVinaya Pitaka, o Cesta de la Disciplina, se compara al Buda con el primer pollo que emerge en un nido de huevos. Este, al nacer, comienza a picotear las cáscaras de los otros huevos, ayudando a los otros pollos a terminar de nacer. Así, nos dicen, es el Buda el primero en salir de la cáscara de la ignorancia, la cáscara de la ceguera y oscuridad espiritual, despertándonos con sus Enseñanzas y ayudándonos a surgir.
De todo lo anterior podemos deducir la concepción budista del ser Iluminado. El Buda pertenece a una categoría de ser para la que no tenemos equivalente en el pensamiento o en las tradiciones religiosas occidentales. No es ni Dios, ni hombre en el sentido cristiano, ni siquiera hombre sin Dios; es decir hombre por sí mismo. El Buda es una categoría de ser entre Dios y el hombre, y al mismo tiempo superior a ambos.
Quizás podremos entender mejor lo que es el ser Iluminado desde el punto de vista del proceso evolutivo. El hombre es un animal, pero no un animal ordinario. Digamos que es, por falta de términos más apropiados, un animal racional. El hombre representa una nueva especie, una nueva mutación, una nueva categoría de ser: es un animal, pero al mismo tiempo mucho más que un animal, es un ser humano. De la misma manera, un Buda es un ser humano, pero no uno ordinario, un Buda es un ser humano Iluminado. El también representa una nueva especie, una nueva mutación, una nueva categoría de ser; es un ser humano, pero al mismo tiempo infinitamente más que un ser humano, es un ser humano Iluminado, un Buda.
Así, pasamos ahora a los malentendidos que hay con respecto al budismo. Estos, como es de esperar se encuentran muy relacionados con ideas erróneas sobre el Buda. Dado que el budismo es una religión atea, no puede considerársele realmente una religión, en el sentido occidental. Hay muchas personas que encuentran dificultad para entender esto porque siempre han considerado el budismo como una religión. Tal vez lo han visto concebido de estos modos en una enciclopedia o en la televisión, y sin duda se adhieren a la vaga idea de que "religión" significa creer en Dios. Por lo tanto piensan que el budismo "debe" profesar una creencia en Dios. Pero esto no es mas que un pensamiento confuso. Algunos piensan que el Budismo debe tener un Dios en alguna parte, y se esfuerzan exageradamente por encontrarlo; además acusan al budista de haberlo extraviado o perdido, y hasta de estar escondiéndolo.
Entonces, si el budismo no es una religión en el sentido cristiano ¿qué es? Podemos responder a esta pregunta volviendo a nuestra distinción entre lo real y lo ideal, entre el ser humano ordinario y el ser humano Iluminado. El budismo, o lo que se conoce tradicionalmente como Dharma, es todo aquello que nos ayuda a transformar lo real en lo ideal, es todo aquello que nos ayuda a reducir el abismo que existe entre el estado de la ignorancia y el estado de la Iluminación. Dicho de otra manera, el budismo es todo aquello que nos ayuda a desarrollarnos, todo lo que nos ayuda a madurar. Por esta razón, vemos al Buda diciéndole a Mahaprajapati Gautami, su tía y madre adoptiva, que "Toda enseñanza que conduzca a erradicar las pasiones, al desapego, a disminuir las riquezas mundanas, a la frugalidad, a estar contento, a la soledad, a más energía, al deleite en todo lo bueno; puedes estar segura que estas enseñanzas son las mismas que las del Buda". De modo que el criterio no es nada teórico sino mas bien práctico. En el curso de su larga historia, el budismo ha creado muchas y muy variadas filosofías, instituciones y métodos; todo con el solo propósito de asistir al ser humano individual en su desarrollo, desde el estado ordinario hasta el estado del ser humano Iluminado o Buda.
Concluimos de este modo como empezamos: con la figura del Buda sentado bajo el "árbol Bodhi", a escasas semanas de su gran despertar. Según una de las versiones más antiguas, en aquel momento el Buda extendió la mirada sobre el mundo, sobre toda la humanidad, no con su visión material, sino con lo que llaman su "visión espiritual". Y al mirar de esta manera, vio la humanidad como un lecho de flores de loto sobre un lago, algunas estaban sumergidas en el lodo, mientras que otras apenas emergían y otras estaban completamente fuera del agua. En otras palabras el Buda vio esas flores, los seres humanos, como seres en diferentes etapas de crecimiento, en diferentes etapas de desarrollo. Podemos decir que de esta forma el budismo ha visto a la humanidad desde entonces: como un lecho de plantas capaces de producir brotes, como brotes capaces de producir capullos, como capullos capaces de convertirse en flores, en flores de loto, y más aún, capaces de convertirse en la flor de loto de mil pétalos. Sin embargo para que los seres humanos crezcan y se desarrollen necesitan de un guía; su crecimiento no puede efectuarse inconscientemente, como en el caso de las plantas: los seres humanos sólo pueden crecer por medio de un esfuerzo consciente. De hecho, podríamos decir que para los seres humanos el crecimiento implica el desarrollo de la conciencia. Por esta razón el humano necesita un ideal. No un ideal de su ser parcial, ni un ideal que solo tome en cuenta ciertas relaciones con la vida, sino un ideal para sí mismo, como ser humano. Además, este ideal ha de ser un ideal natural, no uno artificial; no puede imponérsele desde el exterior, sino que debe encontrarse implícito en su propia naturaleza, en las profundidades mismas de su ser. Debe ser un ideal que, de hecho, represente la culminación del desarrollo de su potencial, en el más amplio y profundo sentido. Este es, por lo tanto, el ideal que he tratado de comunicarles, el Ideal de la Iluminación Humana.



No obstante, debemos reconocer que en la actualidad hay muchas personas que no creen en ideales, y menos aún en ideales espirituales. Hay muchos que no creen en la posibilidad de transformar lo real en lo ideal. En cambio, en la tradición budista no se duda de esta posibilidad; en el budismo se tiene fe en los ideales, se tiene fe en el ideal espiritual, el Ideal de la Iluminación Humana. Y se tiene fe en este ideal porque se tiene fe en el ser humano, en su potencial creativo. Y debido a esto se le pide que tenga fe en sí mismo, no se le exige que crea en el budismo, mas bien se le pide que tome el Ideal de la Iluminación Humana como una hipótesis práctica. En el budismo se le pide que experimente, que pruebe por sí mismo.

Libro :: La Iluminación: el ideal del desarrollo humano


LA ILUMINACIÓN- OSHO


En el momento en el que os ilumináis, toda la existencia se ilumina. Si estáis en la oscuridad, entonces toda la existencia está a oscuras. Todo depende de vosotros. Hay mil y una falacias alrededor de la meditación.
Esta es muy simple: no es otra cosa que conciencia. No es recitar, no es emplear un mantra o un rosario. Estos son métodos hipnóticos. Pueden proporcionaros un cierto descanso. No hay nada malo en ello, si lo único que se pretende es la relajación. Cualquier método hipnótico puede ser de ayuda, pero si se quiere la verdad, no basta.
La meditación simplemente significa transformar vuestra inconsciencia en conciencia. Por lo general, solo una décima parte de nuestro cerebro es consciente, y nueve décimas partes son inconscientes. Únicamente una parte pequeña de la mente, una capa fina, posee luz; por lo demás, la casa está a oscuras. Y el desafío es hacer crecer esa pequeña luz para que toda la casa se inunde de luz, con el fin de que ni un nicho o rincón queden en la oscuridad. Entonces toda la casa rebosa luz, y la vida es un milagro; tiene la cualidad de la magia. Deja de ser ordinaria y todo se vuelve extraordinario. Lo mundano se transforma en lo sagrado y las cosas pequeñas de la vida comienzan a tener una importancia tremenda, que ni siquiera habríamos imaginado. Las piedras corrientes parecen tan hermosas como los diamantes, toda la existencia se ilumina. En el momento en el que os ilumináis, toda la existencia se ilumina. Si estáis en la oscuridad, entonces toda la existencia está a oscuras. Todo depende de vosotros.

· Todo pensamiento es un objeto. Tiene una reserva acumulada. Por eso, cuando un pensamiento llega, es sólo como una hoja de un gran árbol. No puedes cortarla y tirarla pues otra hoja brotará. Las raíces están ahí; el árbol está ahí.

Cuando te vuelvas consciente, incluso sólo un poquito, de que los pensamientos están ahí, de que los deseos están ahí - la ira, la pasión, la lujuria - de que todo está ahí, no empieces a combatirlo. Tan sólo obsérvalos, porque con el observar te volverás más consciente, y con el luchar nunca te volverás consciente. No luches, ¡observa! «Observar» es la palabra, el mantra. Observa sin descanso, y cuanto más observes, más empezarás a sentir que la luz está ahí. La luz está ahí, sólo que tus ojos han de adaptarse.¡Observa! Con el observar, los ojos se acomodarán. Y cuando haya más luz y todo se vuelva claro, cuando no haya un rincón oscuro, te volverás el amo de tu mente. Podrás excluir lo que quieras, podrás reordenar como quieras. Y una vez te vuelvas el amo de tu mente, te volverás consciente de dónde es que proviene la luz, de dónde está su origen. El sol no está ahí, está afuera. No has ni tan siquiera encendido una vela, y todo se ha iluminado. ¿De dónde proviene esa luz? Primero te darás cuenta de las cosas que son iluminadas, luego te volverás el amo de los objetos de tu mente y luego empezarás a ser consciente de dónde proviene esa luz, de cuál es su fuente. Empezarás a ser consciente de una flor floreciendo. Luego empezarás a ser consciente de dónde proviene esa luz.

Entonces podrás conocer el sol.



· La conciencia es necesaria para ser el amo. Nunca intentes lo contrario: primero ser el amo y luego ser consciente. Nunca funciona, nunca puede funcionar así. Eso no es posible. Sé consciente, y el convertirte en el amo llegará. Te vuelves el amo. Entonces acude al origen, entra en el origen de dónde procede esa luz. ¡Ve! ¡Entra en la Iluminación! Esa entrada en la Iluminación es el «baño». Te has vuelto el amo de tu mente. Ahora puedes convertirte en el amo de la vida misma; ahora puedes convertirte en el amo de la conciencia misma. Y una vez bañado en esa Iluminación, en esa fuente de luz, serás capaz de contemplarte a ti mismo en tu eternidad. En este instante, todo el pasado y el futuro estarán ahí. Este instante es eterno. Eres tan puro que el tiempo en su totalidad se junta en ti. El pasado purificado crea un futuro purificado, y este momento se vuelve eterno.

· Observa, sé consciente, observa en profundidad los contenidos de la mente. Entonces te harás consciente del origen; luego entra en el origen. Es pavoroso, porque todo lo que has conocido como ti mismo, morirá. Este baño es una muerte, una personalidad, todo morirá, porque la personalidad, la identidad, el ego, todos están en el polvo, en el polvo acumulado alrededor de tu ser. Sólo el ser permanecerá sin nombre ni forma. Y este sutra dice que este es el baño preparatorio. Sólo ahora eres capaz de entrar, y sólo hasta aquí tienes que esforzarte. En el instante en que eres purificado, en el instante en el que has atravesado este baño, en el instante en que los karmas se han disuelto, no necesitas ya hacer ningún esfuerzo.



 Lo Divino no puede tirar de ti al menos que estés totalmente puro, a menos que te vuelvas luz. Entonces, con igual velocidad, entras en lo Divino. De modo que esta entrada en la luz es el último esfuerzo. Una vez has sido purificado comienzas a gravitar. No necesitas moverte, eres atraído. Esta gravedad se conoce como Gracia: la fuerza de gravedad de lo Divino es la Gracia. La Gracia no es realmente una ayuda, ¡no! Es sólo una ley. Dios no otorga la Gracia solamente a algunos, no es así. No es parcial. La Tierra no es gravitacional únicamente para algunos. En el instante en que entras en el campo, la ley empieza a hacer su trabajo.

· No digas pues que Dios otorga la Gracia, no digas que Dios es generoso, no digas que tiene compasión. No es cierto. Dios significa «La Ley de la Gracia». La ley comienza a operar. Una vez entras en su campo, la ley comienza a operar. Una vez te conviertes tú mismo en la luz, la ley comienza a trabajar y tú comienzas a gravitar.

· Si eres una persona inclinada hacia el corazón, no escuches al intelecto, no escuches los argumentos, no discutas. Di tan sólo, «Soy una persona que se inclina hacia el corazón. No me importan para nada las explicaciones». No escuches los razonamientos porque te confundirán. Y puede que a veces te sientas atraído porque el opuesto tiene una atracción sexual. Sucede que una persona emocional puede ser influenciada en gran medida por una intelectual, pues carece de esa dimensión, y uno comienza a percibir que aquello de lo que carece es importante. Y tú no podrás convencer a un intelectual, pero él si te convencerá a ti.

No puedes argumentar por ti mismo, pero el sí puede por él mismo. Por eso tu ego se siente herido y empiezas a imitar. Dejas de lado tu tipo y puede que, durante muchas vidas, no seas capaz de reencontrarlo porque cuando un proceso comienza es muy difícil el volver atrás. Y nunca confundas a nadie. Si percibes que alguien es del tipo emocional, no discutas con él aunque esto no te satisfaga. No discutas, no argumentes, no digas nada. Déjalo que se sumerja en sí mismo.



· Somos tan violentos que nadie permite a nadie que permanezca consigo mismo. Todo el mundo anda en busca del otro, todo el mundo trata de convertir al otro a su propio modo de ser sin saber que puede estar destruyendo una gran posibilidad. Insiste en ser tú mismo. No hay ninguna arrogancia en ello. Es una sencilla ley el decir, «déjame que sea yo mismo». Pero cuando empiezas a hablar utilizando los términos del otro, antes o después terminarás por ser succionado por ellos. Por eso si eres del tipo emocional di directamente, «No me importan para nada la lógica u otro tipo de argumentaciones». No discutas, no emplees los mismos términos o el mismo lenguaje. Tan sólo di, «Soy irracional. Tengo fe sin tener una sola prueba, pero la fe me funciona y no necesito más».

* Fuente: La Alquimia suprema vol1



 ¿Qué es la Iluminación ?



Echart Tolle: Un mendigo había estado sentado a la orilla de un camino durante más de 30 años. Un día pasó por allí un extraño. “¿Tienes algunas monedas?”, murmuró el mendigo, estirando mecánicamente el brazo con su vieja gorra. “No tengo nada que darte”, respondió el extraño. Y luego preguntó, “¿Qué es eso sobre lo que estás sentado?”. “Nada”, replicó el mendigo, “sólo una caja vieja. He estado sentado sobre ella desde que tengo memoria”. “¿Alguna vez has mirado en su interior?”, preguntó el extraño. “No”, respondió el mendigo, “¿Para qué? No hay nada adentro”. “Echa una ojeada”, insistió el extraño. El mendigo logró entreabrir la tapa. Para su asombro, incredulidad y euforia, descubrió que la caja estaba llena de oro.
Yo soy ese extraño que no tiene nada para darte y que te dice que mires en tu interior. No dentro de alguna caja -como en la parábola- sino en un lugar aún más cercano: dentro de ti mismo.
“Pero no soy un mendigo”, te puedo oír decir.
Aquellos que no han descubierto su verdadera riqueza -la brillante joya del Ser y la profunda e inalterable paz que se encuentra en ese lugar-, son mendigos, aún cuando tengan gran riqueza material. Buscan externamente desechos de placer o plenitud -para la validación, la seguridad o el amor-, mientras en su interior tienen un tesoro que no sólo incluye todas esas cosas, sino que es infinitamente más grande que cualquier cosa que el mundo pueda ofrecer.
La palabra “iluminación” evoca la idea de algún logro sobrehumano, y al ego le gusta verlo así; sin embargo, se trata simplemente de tu estado natural sentido de unión con el Ser. Es un estado de conexión con algo inconmensurable e indestructible, algo que, casi paradójicamente, eres tú en esencia y que, sin embargo, es mucho más grande que tú. Es el encuentro de tu verdadera naturaleza, más allá de nombres y formas. La incapacidad de encontrar esta conexión da origen a la ilusión de separación de ti mismo y del mundo que te rodea. Te percibes entonces a ti mismo, consciente o inconscientemente, como un fragmento aislado. Surge el temor, y el conflicto -interno y externo- se vuelve habitual.
Me gusta la sencilla manera en que el Buda define el estado de iluminación: “el fin del sufrimiento”. ¿Hay acaso algo sobrehumano en esto? Por supuesto, como definición es incompleta. Sólo te dice lo que la iluminación no es: no es sufrimiento. Pero, ¿qué es lo que queda cuando ya no hay sufrimiento? El Buda guarda silencio al respecto, y su silencio implica que tendrás que descubrir eso por ti mismo. Utiliza una definición negativa, de modo que la mente no pueda transformarlo en algo en qué creer o en algún logro sobrehumano, en una meta que te sea imposible alcanzar. A pesar de esta precaución, la mayoría de los budistas sigue creyendo que la iluminación es para el Buda -no para ellos- al menos por esta vida.
Pregunta: Utilizaste la palabra “Ser”. ¿Puedes explicar a qué te refieres con eso?
Eckhart Tolle: El Ser es la Vida Única eterna y omnipresente que se encuentra más allá de las innumerables formas de vida que se hallan sujetas al nacimiento y a la muerte. Sin embargo, el Ser no sólo se halla más allá sino en la profundidad de cada forma, como su esencia más interna, invisible e indestructible. Esto significa que eso está a tu alcance ahora, como tu naturaleza más verdadera, tu yo más profundo. Pero no intentes comprenderla con la mente. No trates de comprenderla. Sólo puedes conocerla cuando la mente está quieta. Cuando estás presente, cuando tu atención se halla en forma total e intensa en el Ahora, podrás sentir al Ser, pero nunca podrá ser comprendido con la mente. Tomar nuevamente consciencia del Ser y vivir en ese estado de “consciencia sentida” es la iluminación.

Pregunta: Cuando dices Ser, ¿estás hablando de Dios? Y si lo estás, ¿por qué no usas esa palabra?
Eckhart Tolle: La palabra “Dios” ha perdido completamente su significado, a través de miles de años de mal uso. La utilizo a veces, muy escasamente. Por “mal uso”, me refiero a que personas que nunca han tenido siquiera un atisbo del ámbito de lo sagrado, de la infinita inmensidad existente detrás de esa palabra, la utilizan con gran convicción, como si supieran de lo que hablan. O bien, argumentan en su contra, como si supieran qué es lo que están negando. Este mal uso origina creencias, afirmaciones e ilusiones egóticas absurdas, como “Mi Dios o nuestro Dios es el único dios verdadero, y el tuyo es falso”, o la famosa frase de Nietzche: “Dios ha muerto”.
La palabra Dios se ha transformado en un concepto cerrado. Apenas la palabra es pronunciada, se forma una imagen mental -quizás ya no de un anciano de barba blanca-, pero sigue siendo una representación mental de alguien o algo fuera de ti; y, sí, casi inevitablemente un algo o alguien masculino.
Ni “Dios” ni el “Ser” ni ninguna otra palabra pueden definir o explicar la inefable realidad que se halla detrás de la palabra, de modo que la única pregunta importante es si la palabra es una ayuda o un obstáculo en cuanto a permitirte experimentar Aquello a lo cual apunta. ¿Apunta acaso más allá de sí misma, hacia esa realidad trascendente, o se presta muy fácilmente a transformarse en nada más que una idea, una creencia en tu cabeza, un ídolo mental?
La palabra “Ser” no explica nada, pero tampoco la palabra “Dios”. “Ser”, sin embargo, tiene la ventaja de ser un concepto abierto: no reduce el infinito invisible a una entidad finita. Es imposible formarse una imagen mental de él. Nadie puede adjudicarse la posesión exclusiva del Ser. Es tu esencia misma, y te es accesible de inmediato como la sensación de tu propia presencia, la sensación de “Yo soy” previa a “Yo soy esto o lo otro”. Así que sólo hay un pequeño paso entre la palabra “Ser” y experimentar el Ser.
Pregunta: ¿Cuál es el mayor obstáculo para experimentar esta realidad?
Eckhart Tolle: La identificación con tu mente, lo que hace que el pensamiento se vuelva compulsivo. No poder dejar de pensar es una espantosa calamidad, pero no nos damos cuenta de esto porque casi todo el mundo la sufre, así que es considerada “normal”. Este ruido mental incesante te impide hallar ese dominio de quietud interna que es inseparable del Ser. Esto también crea un falso “yo” -fabricado por la mente-, que extiende una sombra de temor y sufrimiento. Examinaremos todo eso en más detalle más adelante.
El filósofo Descartes creyó haber encontrado la verdad más fundamental cuando formuló su famosa frase: “Pienso, luego existo”. De hecho, expresó con eso el error más fundamental: igualar el pensar con el Ser y la identidad con el pensar. El pensador compulsivo -y casi todo el mundo lo es- vive en un estado de aparente separación, en un insanamente complejo mundo de problemas y conflictos continuos, un mundo que refleja la creciente fragmentación de la mente. La iluminación es un estado de “completitud”, de “ser uno”, y por tanto se está en paz. Se es uno con la vida en su aspecto manifiesto -el mundo- así como con tu yo más profundo y la vida no manifiesta -uno con el Ser-. La iluminación no es sólo el fin del sufrimiento y del continuo conflicto interno y externo, sino también el fin de la horrible esclavitud del pensar incesante. ¡Qué increíble liberación es!
Identificarte con tu mente genera una cortina opaca de conceptos, etiquetas, imágenes, palabras, juicios y definiciones que impiden toda relación verdadera. La cortina se interpone entre tú y tú mismo, entre tú y los demás hombres y mujeres, entre tú y la naturaleza, entre tú y Dios. Es esta cortina de pensamiento la que crea la ilusión de la separación, la ilusión de que hay un tú y un “otro” enteramente separado. Olvidas entonces la realidad esencial de que, debajo del nivel de las apariencias físicas y las formas separadas, eres uno con todo lo que existe. Con “olvidas”, me refiero a que ya no logras sentir esta unión como una realidad evidente por sí misma. Puedes creer que es así, pero ya no sabes si lo es o no. Una creencia puede ser tranquilizadora. Sólo es liberadora, sin embargo, a través de tu propia experiencia.
Pensar se ha vuelto una enfermedad. La enfermedad se presenta cuando las cosas se desequilibran. Por ejemplo, no hay nada malo con que las células se dividan y multipliquen en el cuerpo, pero cuando este proceso prosigue en forma independiente del organismo completo, las células proliferan y tendremos una enfermedad.
La mente es un instrumento soberbio si la usamos correctamente. Si se le usa en forma incorrecta, sin embargo, se vuelve muy destructiva. Para ser más preciso, no se trata tanto de que uses tu mente del modo incorrecto -en general no la usas para nada-. Ella te usa. Ésa es la enfermedad. Crees que eres tu mente. Ese es el delirio. El instrumento se ha apropiado de ti.

Pregunta: No estoy enteramente de acuerdo. Es cierto que pienso mucho sin sentido alguno -como la mayoría de las personas-, pero aún puedo utilizar mi mente para lograr cosas, y hago eso todo el tiempo.
Eckhart Tolle: Sólo porque puedes resolver un acertijo de palabras o construir una bomba atómica, no significa que puedes utilizar tu mente. Tal como a los perros les encanta morder huesos, a la mente le encanta hincarle sus dientes a los problemas. Es por eso que resuelve acertijos y construye bombas atómicas. A ti no te interesan esas cosas. Permíteme preguntarte esto: ¿puedes liberarte de tu mente cada vez que quieres? ¿Has hallado el botón que detiene todo el mecanismo?
Pregunta: ¿Te refieres a dejar de pensar? No, no puedo hacerlo, excepto quizás por unos instantes.
Eckhart Tolle: Entonces la mente te utiliza a ti. Inconscientemente, te has identificado con ella, de modo que ni siquiera te das cuenta de que eres su esclavo. Es casi como si fueses poseído sin darte cuenta: crees que la entidad que se posesionó de ti eres tú mismo. La libertad se inicia dándote cuenta de que no eres esa entidad que se posesionó de ti -el pensador- Saber esto te permite observar a la entidad. Apenas comienzas a observar al pensador, comienza a activarse un nivel más alto de consciencia. Comienzas entonces a darte cuenta de que hay un enorme ámbito de inteligencia más allá del pensamiento, y que ese pensamiento es sólo un diminuto aspecto de esa inteligencia. También te das cuenta de que todas las cosas que realmente importan -la belleza, el amor, la creatividad, la alegría, la paz interior- tienen su origen más allá de la mente. Comienzas a despertar.




El Mayor Obstáculo A La Iluminación Espiritual, por Echart Tolle



Espero Les Haya Gustado la Info!

Abrazo Vie.-